Tesoros del Palau
La historia del Palau de la Música Catalana y del Orfeó Català se escribe con documentos excepcionales: testimonios concernientes a las personalidades que estuvieron presentes en su fundación; documentos que muestran los vínculos que el Palau de la Música Catalana estableció con los compositores de la modernidad, o con célebres solistas, como Wanda Landowska y Blanche Selva; y finalmente, programas de concierto y documentos iconográficos.
- Carta de Erik Satie a Antoni Nicolau
- Wanda Landowska y el renacimiento de la música antigua
- Autógrafo de Déodat de Séverac, donación de Blanche Selva
- Als Catalans de Joseph Canteloube
- Trío de Joaquim Malats
- Las iberias de Albéniz
- Danzas españolas de Enrique Granados
- Goyescas de Granados
- Librito de caprichos: cuaderno de apuntes de Granados
Todavía hoy, el nombre de Wanda Landowska (Varsovia, 5 de julio de 1879- Lakeville, 16 de agosto de 1959) simboliza el renacimiento de la música antigua en el siglo XX, en especial durante el centenario de la publicación de su obra, editada bajo el elocuente título de Musique ancienne: le mépris pour les anciens, la force de la sonorité, le style, l'interprétation, les virtuoses, les mécènes et la musique (1909). Después de finalizar sus estudios musicales en Varsovia (piano con J. Kleczynski y A. Michalowski) y Berlín (composición con H. Urban), Landowska llegó a París en 1900. Entonces el movimiento a favor de la música del pasado conocía una gran vitalidad gracias a las sociedades de conciertos y a proyectos editoriales como la publicación de las obras de Rameau. Con el director de la casa Pleyel, Gustave Lyon, y a partir del estudio de clavicémbalos antiguos, Landowska hizo poner a punto, en 1912, el instrumento que la acompañaría en todas sus giras mundiales. De 1913 a 1919 se dedicó a la enseñanza en Berlín. Tras la muerte accidental de su marido, Henri Lew, en 1919, impartió clases de interpretación en Basilea y Barcelona. En 1926 fundó una academia de música en Francia (Saint-Leu-la Forêt), donde formaría a diversas generaciones de clavecinistas de primera fila, como Ruggero Gerlin. Entre los años 1920-1930, estrenó las primeras grandes obras para el instrumento que la acompañaría en todas sus giras mundiales: clavicémbalo del siglo XX, el Concerto pour clavecin et cinq instruments de Manuel de Falla (5 de noviembre de 1926) y el Concert champêtre de Francis Poulenc (3 de mayo de 1929). Landowska siguió estando muy unida a la música polaca: interpretó al clavicémbalo las mazurcas de Chopin y dedicó un disco de homenaje a Paderewski en 1951.